jueves, 9 de febrero de 2017

Hola, soy Mari y soy una talibana de la lactancia materna

  Cuando nació Eyre, tuvimos que llevarla a los dos días de darnos el alta a revisión al hospital por el peso que había perdido.

  Allí,una pediatra joven (aún sería residente por su edad...) nos habló de "las talibanas de la lactancia materna" en ese momento, reconozco que algo de gracia me hizo.

  Yo estaba convencida de darle pecho a pesar de los problemas que estábamos teniendo (muchos ocasionados por la "fantástica" información prestada por los "profesionales" que nos habíamos encontrado) pero reconozco que en esos primeros días, el vínculo que tenía tanto con la peque como con la lactancia me hubieran permitido luchar por su instauración un par de semanas, tres a lo sumo...

  Durante el embarazo había leido mucho a Carlos Gonzalez, artículos de la Asociación Española de Pediatría, OMS, etc. Ya de antes tenía claro que quería, al menos, intentarlo (sí, así lo decía cuando me preguntaban "lo intentaré, y si no, biberón,que no pasa nada")

  Pero cuando nació Eyre y vi que no era tan fácil como había leido, que encima desde el paritorio nos dirijieron mal , en planta para qué contaros... En vez de acobardarme y decir, pues nada, le daremos biberón... Me empoderé como mujer, como mamífera y luché por poder darle a Eyre lo mejor de mí en ese momento (creedme, dado mi estado anímico, lo único bueno que podía darle era mi leche)

  Realmente no fue así, esta es la explicación bonita, la del empoderamiento. La realidad fue que me sentía tan mal, que pensaba que menuda madre sería si ni siquiera podía darle mi leche. Y sí, fue por cabezonería, para que mi hija me quisiera. No dormía por la noche (ni por el día) para que ella se enganchara. Teníamos que darle fórmula como complemento del pecho, pero claro, entre que la despertábamos, me colocaba las pezoneras (se suponía que tenía pezón plano) (tengo pensado dedicar un post a tod@s es@s "profesionales" que si se quedaran en casa, subiría la tasa de lactancia materna), se enganchaba (si es que lo hacía...esas pezoneras eran más grandes que su boquita), mamaba, le dábamos el bibe, conseguíamos que eructase y se volvía a dormir, ya era la hora de la otra toma, y vuelta a empezar...

  Y fue cuando decidimos buscar ayuda en un taller de lactancia y ahí se abrió el cielo. Recuerdo que el primer día fui con mi madre (Santa paciencia la que tiene) y ya esa noche le di teta sin pezonera y sin nada... (me salieron dos pezones como Dios manda en cuestión de 1 hora) A la semana ya le habíamos quitado el refuerzo de fórmula. Comprendí que en la lactancia materna, eres tú y tu bebé. Las personas de alrededor sólo deberían actuar como guías, nunca interfiriendo marcando pautas obsoletas, dando suplementos que no necesita el bebé (al menos no de la manera que le daban a Ella)

  Y "triunfó" la teta sobre la tetina, y empecé a hacerme más sabia, más concienciada de la importancia de la lactancia materna.

  De ser un infierno, pasó a ser uno de los elementos de la maternidad que más me ha ayudado a mantenerme arriba (a parte de los evidentes beneficios para la salud), ha creado y reforzado el lado afectivo (cuando nació, ella me buscaba, pero yo no sentía demasiado ese "amor a primera vista" que dicen que se siente, y la lactancia me ayudó mucho a establecer ese vínculo)

  Y ahora me acuerdo mucho de usted, pediatra, que me habló de las "talibanas de la lactancia", y le digo que me ofende tremendamente como mujer que utilizara ese término. Dar de mamar no es un radicalismo, es parte de la verdadera naturaleza humana. Aquí no hay armas, más que las que boicotean a los laboratorios (me pregunto si esas "pullitas" van porque hacemos que el negocio de la leche pierda números), no nos inmolamos, ni hacemos mal a nadie (todo lo contrario...)
En fin, señora pediatra que me habla con un cartel de leche artificial detrás, me presento: soy Mari y sólo soy una madre que le da lo mejor de ella a su hija.


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