Educar en violeta es…
Educar
en violeta es no llamar princesas ni príncipes. Las princesas crecen pensando
que necesitan un príncipe que las salve. Y los príncipes, creyéndose con el
derecho y la obligación de estar por encima de las princesas para poder
salvarlas (y la presión que para algunos de ellos supone).
Es no
decirle a tu hija que no puede hacer esta u otra cosa por el hecho de ser niña.
Educar
en violeta es no ponerle vestidos incómodos con los que no va a poder moverse
con soltura o ensuciarse con libertad. Es no "marcarla" con pendientes para diferenciarla de los niños.
Cuando
educas en igualdad, educas en igualdad. Es decir, eres muy consciente y estás
muy convencida/o de esa igualdad. Si no, no sirve de nada. Si no lo estás 100%
en algún momento empezarás a educar a hijas e hijos diferente por su género.
Cuando
educas en violeta, estás dispuesta/o a pelearte contra los convencionalismos
patriarcales, a desterrar de tu vida y tu entorno el máximo de micromachismos
posible. Una vez de pones las gafas violetas, no hay vuelta atrás, has decidido
ir a por todas, a crear, desde vuestra familia, un mundo mejor para nuestras
hijas.
¿Y si tengo un hijo, también es necesario que lo eduque así?
¡Pues claro! Educar en el feminismo no es algo
exclusivo de mujeres y niñas. Los niños y los hombres han de educarse en el
respeto a los demás, en este caso a nosotras. Educarlos con el ejemplo de ver
cómo su madre y su padre se respetan, como hacen las tareas de casa
indistintamente, como papá no goza de libertades distintas a mamá, como no hay
“cosas de chicas o cosas de chicos”, como no hay actividades exclusivas de
“papá con hijo” y “mamá con hija”. Sí, claro que los niños también han de
educarse en violeta. Porque serán los compañeros de la vida adulta de nuestras
hijas (no me refiero sólo al terreno sentimental, que tiene infinidad de
elecciones), compañeros de trabajo que no menospreciarán a sus compañeras por
ser mujeres, que no harán comentarios vejatorios hacia ellas. Serán hombres que
no se crean con el derecho de disponer de los cuerpos de las mujeres sin su
real consentimiento. Serán hombres incapaces de explotar sexualmente a una
mujer, incapaces de maltratarla. Claro que es necesario.
Justo
hace unos días leía un artículo en el que la autora decía que de qué servía
cambiar las vidas de las mujeres si no cambiaba el escenario donde se iba a
desarrollar esa vida. Y tenía toda la razón. Si las mujeres nos liberamos, nos
empoderamos, nos reeducamos, pero seguimos desarrollándonos en un terreno
tremendamente hostil para nosotras, con mil trabas y millones de micro y macro
machismos, de nada nos sirve. Necesitamos un compromiso de la sociedad en
general. Mujeres y hombres. Empezando por las familias. Ahí empieza todo. Las
familias (sean del tipo que sean, no hablo de modelos tradicionales, hablo de
la célula básica de toda sociedad) somos las que debemos empezar con el cambio.
Somos las madres y padres de las personas adultas del futuro. Y conforme las
eduquemos, serán. Así es que sí, todas y todos tenemos algo que hacer.
Una responsabilidad social
Por
eso, educar en violeta es una responsabilidad que adquieres con el futuro de
tus hijas e hijos, con la sociedad de la que formarán parte.
Nosotros
somos tremendamente felices de saber que estamos educando a una mujer libre,
que, esperemos, no tenga que soportar ni la mitad de yugos que tuve (y tengo)
que soportar yo. Que crezca sin la presión de los estereotipos de género. Que
pueda elegir con la libertad de equivocarse, caerse, levantarse y que nadie le
ponga trabas por ser mujer. Creemos en el feminismo, en el violeta y en un
futuro más equitativo para mujeres y hombres.
Simplemente (y a la vez tan
difícil) eso es educar en violeta.