jueves, 23 de noviembre de 2017

25N La violencia obstétrica también es violencia de género

  Querida futura madre, madre, mujer y personas en general, a mí me robaron mi parto.

  Embarazada yo tenía unas ilusiones respecto al momento del parto y me las truncaron.

  Desde el día que fui a monitores. Sin permiso, sin avisarme, el ginecólogo me realizó la maniobra de Hamilton (el médico introduce un dedo a través del cuello del útero, y va girando el dedo, intentando separar la parte de debajo de la bolsa amniótica de la pared del útero).

  Para las que no lo hayais vivido, duele mucho. Pero más dolor sientes cuando sabes que te la han hecho porque sí, sin justificación médica, sin informarte, sin nada... Mujeres, que nos realicen procedimientos sin informarnos, es violencia obstétrica.

  Esa misma tarde, empecé a sangrar y a tener contracciones dolorosas. Tanto mi matrona como en el hospital, me dijeron que eso era normal porque con un tacto se sangra (evidentemente sabían lo que me habían hecho, porque sangraba bastante, no un marcado)

  Al cabo de dos días, cuando ya no podía más (llevaba desde el día de monitores sin poder dormir por las contracciones) me ingresan, no sin antes tener que escuchar frases tipo: "si ahora dices que no puedes más, no quiero ni pensar dentro de un rato como estarás...jajaja", "con esas contracciones de pacotilla, ¿cómo vas a estar de parto?" Mujeres, que nos infantilicen y se rían es violencia obstétrica.

  Después de un rato en la habitación, veo que el parto va para adelante y me bajan a dilatación.

  Te contaré, que yo tenía mi plan de parto hecho, muy meditado, y se lo pasaron por donde quisieron... Mujeres, que no respeten nuestra voluntad, pudiendo hacerlo, es violencia obstétrica.

  "Te voy a poner un enema, porque luego cuando te cagues y huelas, te dará vergüenza empujar"  Tenía especificado que no quería enemas...pero estaba tan cansada que hicieron conmigo lo que quisieron.

"Ya te he puesto un calmante y has usado la pelota, así es que ya he cumplido tu plan de parto. Ahora ponte la epidural, que luego cuando te duela de verdad, no quiero oirte gritar" Claro, hasta ese momento no me dolía nada, estaba fingiendo... Mujeres, que nos presionen para ponernos la epidural, un enema o cualquier otra cosa, es violencia obstétrica. No lo hacen por nuestro bien, sino por trabajar ellxs más cómodos.

  Me puse la epidural, una teórica dosis bajita que me iba a permitir sentir las contracciones y poder mover las piernas...  

 La realidad es que a partir de la epidural, se me fue de las manos MI parto, MI cuerpo y MI voluntad...

  No notaba apenas nada, no podía moverme, no me dejaban ni beber, me pusieron Oxitocina sintética sin mi consentimiento.

  De repente, la matrona me introduce por la vagina un "palito" y le digo que no quiero que me rompa la bolsa. No me hace caso. Al rato, noto mucha humedad y me dice: "Has roto aguas" y le digo: "No, me has roto tú la bolsa" Me lo negó.

  En no llega 3 horas, estaba en dilatación completa y me dicen que empuje.

  Ya no puedo más, no controlo mi cuerpo, no me dejan ni humedecerme los labios, estoy cansada y frustrada. Nada está saliendo como quería...

  Me llevan a paritorios sin decirme por qué. Mujeres, la falta de información sobre el proceso de parto, es violencia obstétrica.

  Me tumban, me atan las piernas. Recuerdo escuchar a la matrona decirle a su compañera: "Epi, ¿no?" y yo decirles "No quiero que me corteis, ¡no quiero!" 

  En ese momento se me escapa la vida, se me sube una matrona encima para hacerme la maniobra de Kristeller (maniobra desaconsejada por la OMS) me hacen la episiotomía, sale Eyre y se la llevan. No llora. Nadie me dice qué pasa. 

  Oigo que llora. Se me mezclan sentimientos... Ha nacido mi hija, pero a mí me han matado un poco. Han mutilado mi intimidad. Han violado mi voluntad.

  Tardé más de 4 meses en caer en la cuenta de todo lo que pasó. Y más de un año en poderme dormir sin revivir una y otra vez ese día.

  A día de hoy, soy incapaz de pensar en el nacimiento de mi hija como un momento feliz. Se me entremezclan sentimientos. He llorado mucho. Por no entender. Por la incomprensión. Por escuchar una y otra vez cosas como "¿Qué esperabas?" "A todas les cortan, es lo normal" "Lxs médicos saben lo que hacen, no vas a saber tú más" "Por lo menos tu hija está bien"

  Queridas lectoras y lectores, lo que me pasó a mí, no es una excepción. De hecho, se podría decir que fui afortunada. Dentro de lo que cabe, no me llevé el "pack" completo.

  Día a día se comete sobre las mujeres una violencia de género de la que, por suerte, cada vez se calla menos. La violencia obstétrica es esa infantilización, ese menosprecio a las capacidades naturales de la mujer, esas episiotomías sin justificación, esas cesáreas por conveniencia del médico, ese parir en la postura que te digan para que estén cómodos los "profesionales".

  Si aún estás a tiempo, infórmate de tus derechos. Nunca consientas nada que no te haga sentir conforme. Nunca permitas que te menosprecien.

  Es la primera vez que mi historia sale de las cuatro paredes de mi casa. Es ahora, año y medio después, cuando he encontrado la fuerza para contarlo. No quiero seguir resumiendo mi parto en "fue rápido y vaginal", no. Quiero que se sepa, por mí, por ti que estás embarazada, por ti que tienes hijxs y también te robaron tu parto, por el médico o matrona que no piensa en la mujer que tiene delante como una persona, por las parejas que tienen que saber por lo que nos hacen pasar.

  Pasado mañana, 25 de noviembre, se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género, y quiero reivindicar desde este blog, que en el ámbito médico también nos están maltratando con total impunidad.

 
No dejes que arruinen uno de los días más trascendentales para ti, mujer.

jueves, 9 de noviembre de 2017

4 mujeres, 3 maternidades distintas

  Eyre es la 4 generación (viva) en mi familia. Muchas cosas han cambiado desde que el día de San Lorenzo de 1929 naciera mi yaya Amparo. La maternidad es una de esas cosas que han cambiado enormemente, cambia con la sociedad, la economía, la salud...

Mi Yaya...

  Mi yaya tuvo 6 hijos, en partos desgarradores en su casa. Mi madre fue la primera en nacer, y costó un "campo de tomates", ya que después de interminables horas de parto, decidieron llevarla a un hospital, privado, claro, dada la época.





  La alimentación de mis tías, tío y mi madre, fue de lo más "moderna": lactancia materna (incluso en tandem, aunque en aquella época se llamaba "dar de mamar al pequeño y al mayor a la vez") hasta bien mayorcitos, y luego ya comida normal (tampoco le llamaban "Baby led weaning", supongo que porque no sabían inglés)

  Los bebés dormían en una cuna, y los mayores en habitaciones compartidas.

  Por lo que me han contado siempre, mis yayos no fueron unos padres cariñosos que hacían cosas con sus hijos. Pero es que cuando la necesidad, las enfermedades que iban y venían (y otras se quedaban) ¿cómo pensar en otra cosa que no fuera sobrevivir?

  Aún así, siempre me han contado que cada año venían los Reyes Magos, y que todos los hermanos fueron a buenos colegios.

  Extremadamente protectora, a su manera, mi yaya tenía muchos miedos. La vida no le trató muy bien, y eso se notaba en la forma de criar a sus hijos. No iban de excursión por si les pasaba algo, no les dejaba salir hasta tarde por si acaso... El "por si" llenaba su vida.

  Mi yaya fue una gran mujer, que a pesar de todo, dejó un buen recuerdo entre hijos y nietos.

Mi madre...

  La siguiente Amparo en nacer, fue mi madre, la que costó un campo de tomates. 

  Criada en una familia súper religiosa, tradicional y trabajadora, supo "educarse" a sí misma. Su inquietud por aprender, le hacía ir al instituto después de trabajar (siendo la mayor, tuvo que ponerse a trabajar desde muy joven)

  Cuando conoció a mi padre y lo presentó en casa, según cuentan, fue una revolución, ya que mi padre era (y es) todo lo contrario a lo que esperaban. "Meter" a un chico de izquierdas, medio hippie, unos cuantos años mayor, etc en casa de mis yayos era, cuanto menos, un reto.

  En esos años, los '80, se llevaba alimentar a los bebés con fórmula (las 3h entre toma y toma y decirle a las madres la insuficiencia de leche que tenían, llevaba al biberón directamente), no tener mucho contacto con las y los hijos "para que no se acostumbraran", que durmieran pronto en sus habitaciones, etc (seguramente ya existía un Estivill por ahí)

  Quitando de la fórmula, y de la poca leche que le decían que tenía, mi madre desafió el resto de "modas".

  Tanto mi hermano como yo, dormimos en la habitación de mis padres hasta el año y medio y luego ya pasamos a dormir los dos juntos en otra habitación. Pero nunca, nunca, nos dejaban llorar. Hasta que no nos dormíamos, no se iban de nuestras camas, si teníamos pesadillas, venían enseguida, si estábamos malitos igual...

  Mi madre nos crió en brazos mientras todo el mundo le decía que nos dejara para que nos acostumbraramos a estar solos. Ya en aquel entonces, practicaba la crianza respetuosa y con apego, sólo que no tenía nombre. Simplemente era "criar como el instinto te decía"

  Se podría decir, que iba contra corriente, una corriente antinatural.

  Mi hermano no fue a la guarderia. Bueno, sí que lo apuntaron, pero cuando lloraba lo encerraban en un almacén, y mis padres lo quitaron enseguida.

  Yo sí que fui a otro cole desde los 3 años, donde me trataban bien, siempre con respeto y mucho cariño.




  Mi padre trabajaba a turnos, por lo que pasábamos casi todo el día con mi madre. Ella jugaba con nosotros, pintábamos juntos, salíamos al parque, ...

  Siempre tuvo (y sigue teniendo) tiempo para nosotros.

Y ahora estoy yo, la tercera madre...

  Siento que me separa un abismo de esa maternidad que vivió mi yaya. Por (inmensa) suerte, las cosas no son como antes. 

  En casa tenemos una estabilidad económica que nos permite centrarnos sólo en la crianza y educación de Eyre.


  Como decía al principio de esta entrada, muchísimas son las cosas que han cambiado. 

  He tenido la oportunidad de formarme e informarme sobre todos los temas relacionados con la crianza. Y gracias en gran parte al apoyo de mi madre, que desde el principio ha estado ahí, me he podido permitir desde que nació Eyre, criarla siguiendo mi instinto, sin críticas ni juicios.

  Tenemos la grandiosa suerte de continuar con la lactancia materna 18 meses después sin presiones, con toda la naturalidad. Se está  volviendo (por suerte) a valorar y apoyar la lactancia, en este caso "prolongada".

  Practicamos colecho sin importarnos las opiniones del entorno, que las hay. La seguridad en nosotros mismos que nos ha proporcionado la información y la libertad de crianza, nos permite, no sin recibir críticas, criar y educar a nuestra hija como creemos oportuno.

  Hoy en día existen infinidad de recursos para poder ignorar en cierta manera las indicaciones y opiniones del entorno, incluso cuando éstas nos llegan de "profesionales" desactualizados o con tendencia a meterse donde nadie les llama.

  En general, podría decirse que ya no tenemos esa presión médica que tenían nuestras madres, hemos recuperado, en cierta manera el derecho de libre crianza, y eso, cuando crees que las cosas pueden (y deben) cambiar, es una bendición.


  Nuestras abuelas criaron con mucha necesidad, y nuestras madres con demasiadas normas sociales. Nosotras hemos nacido libres, tenemos pareja libremente y somos madres por decisión propia. No criemos con los mismos yugos, eduquemos en libertad y empoderamiento.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Los cuentos de casa. Elmer


Como llego a casa...

  Elmer se instaló en casa las Navidades pasadas. Se lo trajeron los Reyes Magos a Eyre en casa de tía Miriam-Miriam.


  Tía Miriam es una apasionada de los cuentos y álbumes infantiles, sobretodo de los que aportan valores y dejan huella.


El cuento bajo el ojo objetivo

  La edición de Elmer que tenemos es en catalán (en casa hablamos valenciano y nos gusta tener libros y cuentos en este idioma para la peque)



  Es de papel tipo plastificado, con colores muy brillantes. Al ser de papel, aún no se lo dejamos libremente a Eyre, pero sí que se lo enseñamos y contamos.



  Es liso, sin solapas ni pop-up, lo que lo hace un cuento ligero para llevar. Además, cuando se lo leemos, se puede concentrar más en la historia.

Nos sumerge en la historia de...

  Elmer es un elefante de colores, alegre y diferente al resto de elefantes. Él es el que alegra los días a sus compañeros de manada.

  Pero Elmer no es feliz siendo único, él quiere ser como los demás, gris, y pasar desapercibido.

Después del cuento...

  Nuestro amigo el elefante de colores nos enseña una lección vital. La diferencia no es mala. Tenemos que aprender a sentirnos cómodos con nuestras cualidades y peculiaridades.

  Cada cual tiene su lugar, sólo tenemos que buscarlo. Y la manera de encontrar nuestro sitio es aceptándonos y potenciando nuestras cualidades.

  Todas las personas somos diferentes, pero a la vez iguales, eso es lo que nos recuerda Elmer en este cuento.

Opinión

  Desde que la Reina Maga le regaló el cuento a Eyre, Elmer se ha convertido en uno de nuestros cuentos favoritos.

  Nos gusta educar en diversidad, pero a la vez en igualdad. Cada persona tiene sus cualidades, todas necesarias y buenas.


  Elmer nos ha enseñado el valor de la individualidad y de la diversidad.