jueves, 9 de noviembre de 2017

4 mujeres, 3 maternidades distintas

  Eyre es la 4 generación (viva) en mi familia. Muchas cosas han cambiado desde que el día de San Lorenzo de 1929 naciera mi yaya Amparo. La maternidad es una de esas cosas que han cambiado enormemente, cambia con la sociedad, la economía, la salud...

Mi Yaya...

  Mi yaya tuvo 6 hijos, en partos desgarradores en su casa. Mi madre fue la primera en nacer, y costó un "campo de tomates", ya que después de interminables horas de parto, decidieron llevarla a un hospital, privado, claro, dada la época.





  La alimentación de mis tías, tío y mi madre, fue de lo más "moderna": lactancia materna (incluso en tandem, aunque en aquella época se llamaba "dar de mamar al pequeño y al mayor a la vez") hasta bien mayorcitos, y luego ya comida normal (tampoco le llamaban "Baby led weaning", supongo que porque no sabían inglés)

  Los bebés dormían en una cuna, y los mayores en habitaciones compartidas.

  Por lo que me han contado siempre, mis yayos no fueron unos padres cariñosos que hacían cosas con sus hijos. Pero es que cuando la necesidad, las enfermedades que iban y venían (y otras se quedaban) ¿cómo pensar en otra cosa que no fuera sobrevivir?

  Aún así, siempre me han contado que cada año venían los Reyes Magos, y que todos los hermanos fueron a buenos colegios.

  Extremadamente protectora, a su manera, mi yaya tenía muchos miedos. La vida no le trató muy bien, y eso se notaba en la forma de criar a sus hijos. No iban de excursión por si les pasaba algo, no les dejaba salir hasta tarde por si acaso... El "por si" llenaba su vida.

  Mi yaya fue una gran mujer, que a pesar de todo, dejó un buen recuerdo entre hijos y nietos.

Mi madre...

  La siguiente Amparo en nacer, fue mi madre, la que costó un campo de tomates. 

  Criada en una familia súper religiosa, tradicional y trabajadora, supo "educarse" a sí misma. Su inquietud por aprender, le hacía ir al instituto después de trabajar (siendo la mayor, tuvo que ponerse a trabajar desde muy joven)

  Cuando conoció a mi padre y lo presentó en casa, según cuentan, fue una revolución, ya que mi padre era (y es) todo lo contrario a lo que esperaban. "Meter" a un chico de izquierdas, medio hippie, unos cuantos años mayor, etc en casa de mis yayos era, cuanto menos, un reto.

  En esos años, los '80, se llevaba alimentar a los bebés con fórmula (las 3h entre toma y toma y decirle a las madres la insuficiencia de leche que tenían, llevaba al biberón directamente), no tener mucho contacto con las y los hijos "para que no se acostumbraran", que durmieran pronto en sus habitaciones, etc (seguramente ya existía un Estivill por ahí)

  Quitando de la fórmula, y de la poca leche que le decían que tenía, mi madre desafió el resto de "modas".

  Tanto mi hermano como yo, dormimos en la habitación de mis padres hasta el año y medio y luego ya pasamos a dormir los dos juntos en otra habitación. Pero nunca, nunca, nos dejaban llorar. Hasta que no nos dormíamos, no se iban de nuestras camas, si teníamos pesadillas, venían enseguida, si estábamos malitos igual...

  Mi madre nos crió en brazos mientras todo el mundo le decía que nos dejara para que nos acostumbraramos a estar solos. Ya en aquel entonces, practicaba la crianza respetuosa y con apego, sólo que no tenía nombre. Simplemente era "criar como el instinto te decía"

  Se podría decir, que iba contra corriente, una corriente antinatural.

  Mi hermano no fue a la guarderia. Bueno, sí que lo apuntaron, pero cuando lloraba lo encerraban en un almacén, y mis padres lo quitaron enseguida.

  Yo sí que fui a otro cole desde los 3 años, donde me trataban bien, siempre con respeto y mucho cariño.




  Mi padre trabajaba a turnos, por lo que pasábamos casi todo el día con mi madre. Ella jugaba con nosotros, pintábamos juntos, salíamos al parque, ...

  Siempre tuvo (y sigue teniendo) tiempo para nosotros.

Y ahora estoy yo, la tercera madre...

  Siento que me separa un abismo de esa maternidad que vivió mi yaya. Por (inmensa) suerte, las cosas no son como antes. 

  En casa tenemos una estabilidad económica que nos permite centrarnos sólo en la crianza y educación de Eyre.


  Como decía al principio de esta entrada, muchísimas son las cosas que han cambiado. 

  He tenido la oportunidad de formarme e informarme sobre todos los temas relacionados con la crianza. Y gracias en gran parte al apoyo de mi madre, que desde el principio ha estado ahí, me he podido permitir desde que nació Eyre, criarla siguiendo mi instinto, sin críticas ni juicios.

  Tenemos la grandiosa suerte de continuar con la lactancia materna 18 meses después sin presiones, con toda la naturalidad. Se está  volviendo (por suerte) a valorar y apoyar la lactancia, en este caso "prolongada".

  Practicamos colecho sin importarnos las opiniones del entorno, que las hay. La seguridad en nosotros mismos que nos ha proporcionado la información y la libertad de crianza, nos permite, no sin recibir críticas, criar y educar a nuestra hija como creemos oportuno.

  Hoy en día existen infinidad de recursos para poder ignorar en cierta manera las indicaciones y opiniones del entorno, incluso cuando éstas nos llegan de "profesionales" desactualizados o con tendencia a meterse donde nadie les llama.

  En general, podría decirse que ya no tenemos esa presión médica que tenían nuestras madres, hemos recuperado, en cierta manera el derecho de libre crianza, y eso, cuando crees que las cosas pueden (y deben) cambiar, es una bendición.


  Nuestras abuelas criaron con mucha necesidad, y nuestras madres con demasiadas normas sociales. Nosotras hemos nacido libres, tenemos pareja libremente y somos madres por decisión propia. No criemos con los mismos yugos, eduquemos en libertad y empoderamiento.

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