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jueves, 22 de junio de 2017

  María es una desobediente, contesta siempre y encima no recoje sus cosas. Al final, por el bien de su educación, tengo que darle algún que otro bofetón. Me saca de quicio y siempre acabo gritándole...

  Muchxs habreis imaginado en vuestras cabezas a una niña, de unos 10 años contestandole a su padre. Y claro, éste,le ha tenido que dar un bofetón mientras reprochaba su actitud. Y no lo habréis condenado.

  Pero ¿y si María es una mujer de 35 años y es su marido el que le grita y le pega? En ese caso (por fortuna) la respuesta de desaprobación sería (casi) unánime...
 (símil utilizado por Carlos Gonzalez, en su libro,si no recuerdo mal "Bésame mucho")

  ¿Por qué lo que vemos horrible para un adulto no lo vemos para lxs niñxs?


  Pero como sociedad seguimos impasibles cuando vemos casos así en nuestro día a día.
 
  En la Convención sobre los Derechos del niño de 1989, ya se recoje que es primordial preservar el interés superior del niño, su derecho a la supervivencia y al desarrollo, y el derecho a que sea respetado su punto de vista.

  Si analizamos qué es el castigo físico, vemos que su uso incumple prácticamente todos los supuestos anteriores.

  De hecho, el artículo 19 de dicha Convención insta a los Estados a tomar medidas "para proteger a los niños y niñas de cualquier forma de violencia física y mental"

  Si hablamos de la legislación española al respecto, sabed que no fue hasta 2007 que se modificaron los artículos 154 y 155 que permitían un castigo físico "moderado" (que cada padre y madre entendía a su manera) Desde esa modificación, el practicar cualquier tipo de violencia física y/o verbal a lxs niñxs es delito.

  Humillaciones, burlas, zarandeos, "cachetes a tiempo", "calientanalgas", manotazos, etc entran dentro de ese "cualquier tipo"

  ¿Pero qué más dará si según la ley está permitido o no? Lo importante es que lxs niñxs son seres vulnerables y en "construcción". No actúan con la intencionalidad de la que muchos padres hablan y como les eduquemos de pequeños repercutirá, y mucho, en cómo sean de mayores.

  Es denunciable, pero, por desgracia, se sigue viendo como "derecho" de cada padre a educar como considere.

  Precisamente hace unos días leí una frase que decía algo así como: "nuestra libertad para educar acaba donde empiezan los derechos de lxs niñxs"
¿Por qué nos consideramos con derechos universales sobre lxs hijxs cuando nos hacemos padres? ¿Por qué consentimos actitudes hacia ellxs que no consentiríamos hacia un animal?

  Y es que pegar no es educar, es simplemente PEGAR. Y pegar es hacer daño. E insultar. Pero a muchos padres les da igual. Prefieren "acabar pronto" y darle un manotazo a su hijx. En vez de encontrar la manera de educar sin violencia.

  Y "educar" con violencia deja secuelas (aunque muchxs digan que no). Nos otorga una tolerancia a la agresión terrible. Y crea adultos sumisos. O agresivos. Así les enseñamos que la vía rápida es la violencia y el miedo.

  Pensemos en esto... Lxs niñxs merecen un entorno más agradable para su crecimiento. Utilicemos las manos para cojerles de la mano, no para darles un manotazo. Y las palabras de ánimo y consuelo mejor siempre que un insulto.


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